Nada pido por que nada merezco,
ni siquiera el aire que respiro
he ganado.
Abatido por la incoherencia vergonzante
que hay entre mis manos ociosas
y el triángulo rojo
que desde mi primer infancia
llevo tatuado.
Pido perdón por todas las veces
en que me dejé arrastrar por la ira,
la voz del recuerdo anuncia
que ha llegado la hora del castigo.
jueves, 4 de junio de 2009
Suscribirse a:
Enviar comentarios (Atom)
No hay comentarios:
Publicar un comentario